Los que me dejan ver, lo que no he visto,
o lo que nunca vi, que no miraba,
me miran sin saber que yo observaba
el interior oculto de algo listo.
Es que uno ve, lo que no está previsto,
ni en el entorno de la vista pura,
uno mira y observa de la altura
del corazón que de ojos está lleno
para mirar si acaso que lo bueno
no se deja mirar si te satura.
Los que me dejan ver, ahora los veo,
de la manera clara que flechante
de un solo ojo místico elegante
percibo el palpitar de su ajetreo.
Y miro más allá del aleteo
de los rúmientes murmullos descifrables
porque se ven miradas tolerables
repletas de conjuros y razones,
hundidas de flemáticas visiones
que para mi se han vuelto ¡tan mirables!