sábado, 5 de septiembre de 2009

EPISTOLA IX PARA EL POETA ESPAÑOL MIGUEL HERNÁNDEZ

Estimado Miguel: nuestras palmeras,
esas que compartimos con sus mañas,
se elevan para hablar de las montañas,
cambiando arcilla por densas aceras.
El ruido sin cesar que ya no esperas,
no dice, huerto, pueblo, surco y fuente,
la aldea dice: brisa, libremente
más la ciudad matiza con sonido
dejándote un distinto colorido
ante el andar por ella indiferente.

A cada paso tú buscabas cumbre,
lejos de los raíles y tranvías,
las sirenas, tan locas en jaurías
encendían el fuego de la lumbre.
El paso sin querer de muchedumbre,
en la ciudad con aires de locura,
deja de ser ganado y la pastura
para tu talla con azul de cielo,
no es hecho para ti su rascacielo,
si ves en ella su mejor postura.