Mírame con tu rostro de ángel bueno,
con esa sutileza que me envuelve,
con el azul intenso que revuelve
el deseo inaudito de lo ajeno.
Mírame con amor. aunque estés lleno
de verme padecer ahogada en llanto;
mírame, por piedad, me place tanto
perderme en el azul de tu pupila
que en ese instante, amor, brota y destila
lo que siento por ti, con dulce encanto.
Te quiero, te querré, no sabrás cuánto
porque en silencio guardaré mi pena,
y seré para ti también ajena
cuando mi amor yo cubra con un manto.
Te cansarás al fin de pedir tanto
que me regrese, que te de mi boca,
pero no podrá ser, porque te toca
pagar el llanto que lloré mil veces
por el extraño juego sin reveses
que me ofreció tu corazón de roca.